viernes, 14 de diciembre de 2018


ESQUEMA ESPACIOTEMPORAL EN LA SOCIEDAD DIGITAL

El libro de Javier Callejo Gallego nos ha parecido interesante y entretenido, como ver un capítulo de alguna serie de la plataforma Netflix, salvando las distancias de los medios usados no deja de estar a un click de ratón descargar el archivo pdf y empezar a leer. Obviamente siempre desde la complejidad que contiene, nos gusta porque nos sentimos identificados y reflejados en ese pensamiento o pedazo de algo formal, creado como pieza de arte desde la objetividad de un cirujano y la subjetividad de cualquier persona que expone sus ideas. 

Son muchos los temas que trata aunque todo gira en torno a la modificación y evolución del espacio-tiempo dentro de la sociedad digital. Cómo la transformación de estos conceptos nos ha llevado a redundar en relaciones meramente mercantiles; en un presente en el que las comunicaciones son globales y no existen fronteras, tendemos a la individualización. Estamos tan cerca de lo lejano como distantes de lo más próximo. 
Acudimos a los centros comerciales para consumir productos seriados que no se diferencian de los productos que pueden ser consumidos en cualquier otra parte del mundo, porque posiblemente vivamos los restos de la sociedad fabril y encajamos lo estándar como seguro, cómodo y accesible. En las calles centrales de cualquier ciudad podemos ver el mismo paisaje de tiendas repetidas; cuando acortamos las distancias confundimos las culturas y por el camino volvemos cargados de bolsas con compras pero sin identidad.

La curiosa paradoja de no estar de acuerdo con esta sociedad de consumo y no obstante sucumbir ante ella, quizás por que sean ya muchos años y generaciones de consumidores desde que levantamos los polígonos industriales a las afueras para tener controlado todo el humo. Nos atrapa y obedecemos estoicamente, y enseguida nos quejamos con mal cuerpo y desidia, y luego de nuevo buscamos las ofertas.

En el brillante texto vemos ejemplos claros de marketing y se nos destapa internet como herramienta puramente publicitaria, donde es difícil diferenciar la información de la misma publicidad. Estamos perdidos, pero aparentamos calma y la ostentación nos alivia. 
Se habla de la homogeneización, del fuerte calado del american way of life de la mano de las tiras cómicas de Disney a mediados del siglo XX, y cómo tras ello vinieron para quedarse distintos ejemplos empresariales que ya campan a sus anchas entre nosotros, como son McDonalds, o el gigante tecnológico Microsoft que se apodera de nuestros ordenadores e impone un único lenguaje, el lenguaje de las ventanas.

Nos amenazan con todo tipo de subscripciones, cuentas premium, gratifican nuestra fidelidad con bonificaciones absurdas e insignificantes, crean pequeñas comunidades de selectos consumidores, que controlan con potentes y sutiles campañas, y productos que son renovados constantemente. Nos olvidamos del pasado, de las tradiciones, y entramos en un futuro incierto que sólo mira hacia adelante.

Decíamos que nos ha resultado interesante porque leemos cosas que aclaran y resuelven situaciones del día a día, el malestar de sabernos inmersos en una sociedad capitalista no desaparece, pero es como si alguien nos diera una palmada en la espalda. Se confirma lo planteado y nos retorcemos reconociéndolo.     








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